Con Lupa - JESÚS CACHO :01/07/2004
ELOGIO DE PORTUGAL, UN PAÍS CON UNA FEROZ LIBERTAD
DE EXPRESIÓN, DEL QUE LOS ESPAÑOLES TENEMOS MUCHO
QUE APRENDER
Muchos españoles están descubriendo estos días,
aparentemente sorprendidos, la existencia en la
casa de al lado de un vecino llamado Portugal, un
vecino bastante más pobre que nosotros pero capaz
de organizar una evento tan importante como un
Campeonato de Europa de fútbol, de construir una
serie de estadios, todos magníficos, de ganar a la
millonaria selección española, e incluso de
colocar como presidente de la Comisión Europea a
uno de sus políticos, José Manuel Durao Barroso.
Ese país, cuya selección jugó y ganó ayer la
primera semifinal de dicho campeonato contra
Holanda, lo cual ya es de por sí un triunfo, sigue
siendo un gran desconocido para España y los
españoles. ¿Por qué? Porque los españoles, con la
inveterada suficiencia de quien se cree superior,
se han negado siempre a entender -en realidad ni
siquiera lo han intentado- a Portugal y los
portugueses.
Cuando la realidad es que España y los españoles
tendrían -tendríamos- mucho que aprender de
nuestros vecinos atlánticos. Aprender y lamentar
la ausencia en España de esa elite intelectual,
empresarial y política que habla idiomas, elite
muy cercana a Gran Bretaña y a la cultura
francesa, muy poco hispanófila, pero muy
tolerante, muy abierta, muy cosmopolita.
En Portugal sería impensable contar con un
presidente de la República que no hablara francés
e inglés. La mayoría de los portugueses se
esfuerzan por hablar español ante españoles,
haciendo gala de una actitud cívica en el trato
que tan difícil es de encontrar en el páramo
hispano.
El presidente, Jorge Sampaio, vive en su casa, en
su propio domicilio, como el primer ministro. A
ninguno le da por convertirse en un Trillo. Nadie
enloquece con el cargo. Nadie se prevale de su
condición. Antonio Vitorino, actual comisario
europeo, dimitió de su cargo como ministro
-socialista, por cierto- tras descubrirse un
desfase de 8.000 escudos (unas 6.000 pesetas) en
las cuentas de su ministerio.
Semanas atrás, el presidente ZP se trasladó a
Lisboa en su primera visita relámpago al país
vecino, y no se quedó a cenar con Durao Barroso a
pesar de haber sido invitado. Todo un síntoma.
Vistas así las cosas, no es extraña esa inveterada
desconfianza que comparte la clase política
portuguesa hacia España, desconfianza que la
prensa se encarga de mantener viva. Sus razones
tendrán.
Todo el edificio de ese Portugal Abierto -la vieja
aspiración de quienes aquí persiguen una España
Abierta capaz de superar sus viejos atavismos- se
asienta seguramente sobre una feroz libertad de
expresión que todos defienden y que se manifiesta
en los debates -políticos, económicos- que se
celebran en la televisión y en los textos que
aparecen en diarios y semanarios (de gran
importancia en el país vecino).
Comparar esa libertad de prensa, ese valor cívico
del que hacen gala las elites portuguesas para
hablar alto y claro, y criticar lo que juzgan
merecedor de crítica, con el miedo a hablar de
nuestros ricos, de nuestros empresarios, de
nuestros políticos, fieles devotos de la ley del
silencio, y con el secretismo y la rendición a los
poderes políticos y económicos que hoy caracteriza
a la prensa española -no digamos ya a la
televisión- es como para echarse a llorar. ¿De qué
presumen, entonces, los españoles ante Portugal y
los portugueses? Ese es, sin duda, uno de los
grandes misterios de la Historia Universal.
. Sodade
. factor X
. Eleições
. Tv?
. Humildade e Fé emocionant...